El Cometa Español

Recuerdo aquel año como si fuera ayer, porque coincidía con la visita del cometa más temido por los humanos, responsable de la cepa viral que marcó el inicio del fin del Antropoceno. Muy tarde se supo que su profusa cabellera portaba al patógeno que dispersó durante años luz de órbita elíptica a través de galaxias enteras, para finalmente sellar el destino de billones mientras disfrutaban confiados del espectáculo celestial en una rutina practicada en múltiples ocasiones. La humanidad ya tenía fecha firme de caducidad sin saberlo.

La tierra seguía tan ingenua desde la última gran extinción, como si no hubiera madurado a pesar de las violentas convulsiones, el acné de los volcanes y sus erupciones sufridas durante una larga pubertad de millones de años.

Su traza mortal extinguió sistemas planetarios primigenios donde organismos unicelulares se quedaron a la vera de la evolución. El gran evento vino del cielo, como un regalo griego capaz de burlar las paredes de una fortaleza tan pedante como vulnerable.

El virus se propagó rápidamente gracias a Coriolis, y mutó tal y como se esperaba, de manera agresiva fiel a su mandato genético. Le llamaron el cometa Español con la misma perfidia con la cual se bautizó la gripe española del siglo XX, a pesar de su origen asiático.

Su esencia interplanetaria dificultaba su contención, porque se manifestaba de maneras inesperadas sin responder a patrones conocidos. La ilusión de una vacuna apenas distrajo algunas semanas las masas depauperadas, mientras la mortandad seguía en aumento exponencial.

Recuerdo ese año porque el 28 de Julio del 2061 coincidió con el paso de un viajero inofensivo, el Halley, fiel a su tradición de visitarnos cada 76 giros solares desde siempre. Casualmente el Cometa Asesino regresaba de su visita previa cuando limpió esta roca tumultuosa durante la era Mezosoica, de todo vestigio en que reptara en su superficie. Ya nadie se acuerda de los desafortunados dinosaurios.

Quizás ocurra nuevamente en su próxima presentación, con una presa mucho más insignificante.

Gustavo Pisani

Richmond, 23 septiembre 2020

#futurismomágico