Rosario de cocos
Apenas el alba se anunciaba Jose Pino se dirigía de regreso a su cuarto con los ojos llenos de ideas y las manos cargadas de piezas recuperadas de la playa que acariciaba el zaguán de su casa, era otro día más en el taller donde dormía mientras soñaba con lo que el mar le iba a regalar sin mezquindad en este paraíso tropical.
Como de costumbre apiló los trastos y se dispuso a clasificarlos según un rito que seguía estrictamente la costumbre de los años dedicados a la creación, sin repetir o desechar una idea por peregrina que esta fuera, hasta alcanzar el último suspiro de su visión que descansaba sobre algodones impregnados de endorfina.
Su compañera de vida – la que actualmente le soportaba sus excentricidades – se despertaba con el sol bien alto y se acercaba con un cuenco humeante de café en las manos que compartía con su loco, como le encantaba decirle, durante todos estos años luego de encontrarse en una jornada de limpieza de playas, de esta isla caribeña tan orgullosa del respeto por el entorno natural.
Se había dedicado últimamente a reformular conceptos enteros, basado en las piezas que las olas le arrimaban. De una puerta construía una mesa con mirilla hacia las ideas asomadas a ese espacio de creación, si se encontraba una red de pesca, las convertía en móviles con conchas marinas que capturaban los ritmos del barlovento al caer la tarde. Era un artista de la supervivencia dedicado a rescatar lo que el mundo se empeñaba en desechar.
Una de sus últimas creaciones era un flotador construido con cocos, partiendo de un collar o cinturón atado por fibras naturales de la planta, el cual había evolucionado a una pequeña embarcación capaz de flotar bajo cargas livianas. Pero seguía probando con redes de mayor extensión capaces de mantener juntos esos frutos por más tiempo, para alcanzar autonomías de rangos inesperados para embarcaciones naturales.
Como cada año por esta época llegó la temporada de huracanes y elevando su vista al cielo se percató que los eventos meteorológicas en esta ocasión no tendrían precedentes. Se encerró por días enteros apenas tomando alimento, mientras desarrollaba sin descanso la solución que nadie le había encargado, pero Jose era de esas personas que no necesitaban más que su inspiración para dedicarse sin descanso a perseguir sus sueños.
La tormenta tropical le sorprendió trabajando la solución a medianoche, mientras trataba de resolver detalles de integridad de su creación autóctona. La violencia finalmente tocó las costas el 13 de Agosto a las 7:31 AM y a partir de ese momento se perdió la comunicación con el mundo exterior debido a los efectos devastadores causados por vientos que no alcanzaban a escucharse, o por olas cuyas crestas llegaban a la azotea de los edificios de mayor altura, asolando la infraestructura de esta nación insular. Por días el mundo no supo de sus habitantes, pero apenas disipadas las turbulencias, bajo el humo y la neblina que anunciaba una desolación total, no apareció nada. La isla desapareció como si se la hubiera tragado el mar en su furia sin límites, por causas atribuibles a la carga térmica emitidas hacia la atmósfera con consecuencias tan previsibles como devastadoras.
Se iniciaron las exequias masivas, las islas vecinas aún bajo el impacto de sus propias pérdidas, colaboraron con los actos y las oraciones elevadas por las almas perdidas bajo el rigor de la naturaleza. No pudieron fijar un sitio para elevar el monumento correspondiente, ni lograron cremar restos de víctimas cuyos cuerpos nunca flotaron en ese mar picado que amenazaba este mundo tropical, acostumbrado a no preocuparse ante las sorpresas que a veces guarda la vida incluso en estas zonas tórridas.
Al poco tiempo – ya casi olvidada la historia de la isla sepultada por la tormenta del siglo – un crucero en su ruta hacia el Golfo de Méjico divisó a un objeto inesperado y ajeno a las cartas marítimas para esa ubicación. Con palabras cortadas por la sorpresa, el experimentado capitán sólo pudo rescatar para la Guardia Costera que se trataba de una embarcación masiva dotada de una frondosidad extraordinaria en lugar del velamen, la cual parecía flotar sobre cocos, mientras se dirigía al Este con viento favorable.
Gustavum Henricum
Richmond, 14 de Septiembre, 2017
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